La Perla de San Marcos por Jonathan y Leslie

       

Me encuentro aquí en medio de San Marcos, rodeado de un paraíso lleno de belleza y encanto. Camino hacia delante y encuentro una cerca que parece llamar mi nombre para seguir la. Sentí la curiosidad de navegarla.

 Al llegar a lo último de la cerca hay un anuncio que parece gritar “¡Propiedad privada, prohibido el paso!” Pero eso no es un detalle importante, porque mi curiosidad me jala hacia delante. Sigue mi excursión, hasta llegar a un alto. Veo que no puedo seguir  adelante porque debajo de mis pies hay un acantilado hecho de piedras desvencijadas.  Pero a un lado, hay un camino hecho de piedras más grande que la mitad de un carro. Se me ocurre navegar estas piedras para seguir adelante en mi jornada. Me subí sobre ellas, pero veo que requiere mucho equilibro y mucha habilidad para cruzar. Siento un subir de adrenalina dentro de mí porque veo que si pierdo mi equilibrio puedo caer hacia bajo, cayendo dentro de un río rocoso.  Al llegar al otro lado, me inclino para besar la tierra. Y suspiro grandemente al saber que cruce sin fracasar. Me recompuse y levanto la cabeza, y sentí como recibir la recompensa de un galardón.

                Al mirar mí alrededor, vi que estaba en medio de naturaleza virgen. Camine unos doscientos pasos y a la izquierda vi un vacío en el bosque denso. Camine otros doscientos pasos, y encontré un árbol muy épico. Este árbol parecía más viejo que el mundo entero y su grandeza era tan superior que eclipsaba incluso las personas más altas. Parecía que la naturaleza alrededor se inclinaba en reverencia a la grandeza de este árbol. Había unas vinas que colgaban desde el árbol. Eran vinas naturales, que pedían ser  vehículos de transportación desde la orilla hasta el río. El río tenía unas aguas diáfanas, lleno de guijarros pulidos. El mover de las aguas causaba un sonido como música que tomaba control de todo el ambiente, creando una atmosfera sereno y tranquilo. El río cantaba mi nombre, invitando me a nadar. Siendo obediente, me acrece a la orilla del río, pausadamente sumergiendo todo mi cuerpo. El agua despejada estaba tan frio como un congelador.  Después  de unos minutos, el frio del rio se convirtió a una frescura tan rico. Me acosté en mi espalda sobre el agua, y mientras que el agua me cargaba, y yo me relajaba, me puse a meditar. Me puse a pensar, en cómo es que me he encontrado en un paraíso tan fascinante.  Este paraíso ha capturado mi corazón y ahora ya sé a dónde ir cuando necesito un lugar relajante y recóndito.